miércoles, 5 de marzo de 2014

¡1949!

Andaba ayer medio profundamente atribulada con la noticia de la supresión de sueldos fijos para los parlamentarios de Castilla la Mancha cuando, de pronto, ¡1949! Al escuchar la cifra, no sabía si es que estrenábamos año o que teníamos que cambiar la hora a toda prisa. ¡Las ocho menos once y yo con estos pelos! Luego ya, sacaron a Fátima en la tele diciendo que el mercado laboral se había dado la vuelta solo y me volví a sentar en el sofá. Pero 1949 parados menos en un mes de febrero que ni siquiera es bisiesto es una noticia excelente. Parece una broma para un país de cuarenta y siete millones de habitantes, incluso parece broma para una ciudad con la densidad de población de Teruel, y, sin embargo, no deja de ser un comienzo. Según mis cálculos, a este ritmo mensual de 1949 parados menos, en unos trescientos años cuadramos las cuentas. Es un poco más de lo que había anunciado este Gobierno, pero menos de lo que nos costó abandonar las cavernas en el Neandertal.

Entre que salimos de la cueva y no y antes de que el INAEM supere al país en número de empadronados, parece ser que el Gobierno no descansa en su empeño de apuntalar aquello de la creación de empleo hasta que, de este nuevo y ejemplar modelo productivo que se han inventado, manen la miel y los contratos indefinidos a partes iguales. Creíamos los impacientes que, al Gobierno, la mayor preocupación del país no le robaba un minuto de sueño y, hoy, 1949 nuevos empleos después, sabemos que nuestro presidente vivía sin vivir en sí y moría porque no moría cada vez que tenía un rato. Resulta que aquel sarpullido de dos millones de parados más que le había salido a la espalda desde que se fotografiara en la cola del paro de Zapatero con las manos en los bolsillos como un inspector de trabajo a la caza y captura del desempleo, le impedía dormir en la posición de cúbito supino en la que quedaba el 26% de la población activa. Han hecho falta más de dos años, una reforma laboral desesperada y la intervención de la Virgen del Rocío, pero, por fin, la urticaria empieza a remitir a ritmo de pasodoble español.

En realidad, tampoco me siento capacitada para decir si este 1949 que nos levanta del sillón de un salto es consecuencia directa de la reforma laboral del PP o ha sido un accidente. En cualquier caso, es una llamada al optimismo vital y al fervor profético que no podemos desaprovechar quienes, hasta ayer, vivíamos anclados en los números rojos. Mariano, que ha visto cómo se nos descorchaba la tapa de los sesos con el notición, ha pedido calma. Mariano sabe bien que 1949 tampoco es un número como para quedar a cenar con la Merkel, aunque sí para ir encargándose el traje. A mí que, acusada de no encontrar un dato positivo en lo que va de esta legislatura, se me estaban yendo un poco ya los pies, me sorprende que, por una vez, sea el propio Mariano el que me corte el rollo sandunguero, pero parece ser que hay que esperar algo más de primavera.

Yo siempre había tenido la certeza de que el paro juvenil sería un problema que se solucionaría con el tiempo, bien por medio de nuevas contrataciones, bien, y más probablemente, con el cumplimiento de años. Y, de pronto, ayer ¡¡1949!! Es que cierro los ojos y lo veo en luces de neón. Abro los ojos, y el careto de Mariano. Vale, 1949 no es una cifra muy redonda ni para asaltar la Cibeles como si hubiéramos ganado la copa del desempleo, pero, oigan, menos es nada. Y creo firmemente que, a pesar del cenizo de Mariano, deberíamos salir todos a la calle y celebrarlo con unas cañas y una tapa de aceitunas a todo trapo en el bar que nos quede más a mano, no vaya a ser que en el mes de marzo cerremos con 1949 camareros de vuelta al paro.

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